martes, 1 de septiembre de 2009

Jenifeer Gugliotta Venezuela

Jenifeer Gugliotta (Venezuela)
Ocumare del Tuy, 1985. Cofundadora del Grupo Musaraña, editora de la revista Cubile, la hoja poética Madriguera y Ediciones Madriguera en Coro. Premio del XI Concurso “Rafael José Álvarez” de la Universidad Francisco de Miranda en la mención de poesía. Co-autora del libro colectivo de edición artesanal “Antología de la Cueva” (2006). Ha publicado en revistas nacionales y regionales.



Cuando hay odio y muerte en el mundo
las palabras quedan en silencio. Cuesta escribir
cuando vivimos en guerra, cuando en la mirada
del compañero encontramos egoísmo y simpleza;
un acto de superioridad, de poseer una verdad que mata.
Las palabras en ellos hieren, es un misil
que se estrella en la razón.
Entonces el silencio en mí se humilla,
se cuelga en la pasarela de la Intercomunal Coro-La vela,
se disgrega y salta con la cuerda.
Abajo la espera un camión, el asfalto
y el perro muerto de la semana pasada.

*

A veces las palabras no logran cavar
y pasar del otro lado de nuestro patio.
Porque hay otros sitios debajo de nosotros
y mueren en ellos no sólo las hormigas.
Desearía regar el árbol y saciar la sed de los desterrados.
Pero vivimos en sequía,
el espacio se reduce y sé que pronto
las bombas estarán cayendo en el patio de la casa.
A veces las palabras no logran alcance
y nos cuelgan de los postes como
fachadas políticas, nos dibujan en el cuello
escombros de la guerra.
Él no lucha por su cama,
lo he oído murmurar,
entra por la ventana y come sólo
de las sobras del gato.
Silencio, eso escriben los poetas
en días de guerras, de hambrunas y sequías.

*

De extensión libre propone ser la vida,
para cada minuto algo distinto,
alguna palabra que denote lo que hacemos
y lo que realmente queremos.
Una cuartilla que abarca la vida,
un lapicero que cumple al no traicionar,
una espera inconclusa,
un adiós en extensión.
Los sustantivos y verbos unidos,
la infidelidad desapercibida, el caos
en las plazas públicas, el amor,
el sexo, el bebé que despierta
y la llamada urgente de un cliente.
Se ahoga, se hunde el director
de su gabinete pensando en la maracucha,
en la merideña, la margariteña,
la cubana, en la inglesa.
En esta tierra es el gallo quien resuena,
se baja los pantalones y camina en ella
hasta la plaza bolívar, mientras su vida se extiende
en esta cuartilla libre de distinción,
de acusaciones y moral.

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